Arqueólogos de la Universidad de Bournemouth encuentran bajo las aguas dos grandes lápidas de mármol datadas en el siglo XIII.
Un grupo de arqueólogos submarinos de la Universidad de Bournemouth (Reino Unido) ha descubierto dos grandes lápidas de época medieval que la bahía de Studland había mantenido ocultas durante los últimos ocho siglos. Estas lápidas formaban parte de la carga que llevaba un gran barco naufragado en la costa sur de Inglaterra durante el reinado de Enrique III, en pleno siglo XIII.
En una operación de dos horas de duración que implicó la colaboración de diversos tipos de especialistas, los arqueólogos consiguieron sacar a la superficie las dos lápidas el pasado 4 de junio. Los dos objetos de mármol se encontraban a más de siete metros de profundidad, lo que sumado al peso de ambas piezas ha hecho de la operación de excavación y extracción algo bastante complejo y delicado. Una de las lápidas pesa setenta kilogramos, pero la otra, más grande, mide más de dos metros y pesa alrededor de doscientos kilogramos.
Las dos lápidas presentan una decoración con la iconografía habitual de la época, consistente en dos cruces con diferentes elementos de adorno. Según los especialistas, las dos lápidas estaban destinadas a ser usadas en la cripta de algún miembro del clero de alto rango, posiblemente algún obispo local. Tom Cousins, arqueólogo de la Universidad de Borurnmouth, ha declarado que este tipo de lápidas son muy habituales en los enterramientos de sacerdotes del alto clero y que se pueden ver ejemplos muy semejantes en las catedrales e iglesias medievales de todo el Reino Unido, en lugares tan emblemáticos como Westminster o Canterbury.
Por el momento las dos lápidas están siendo custodiadas y estudiadas por el equipo de arqueólogos que las han encontrado, pero su destino es ser limpiadas a fondo y restauradas para que puedan verse en el Museo de Poole, la localidad a la que pertenece la universidad, por el momento cerrado.
El equipo de la Universidad de Bournmouth continuará en los próximos años estudiando el pecio donde se han encontrado las dos lápidas y donde se han producido otros interesantes hallazgos, con el objetivo de recuperar cuanta más información sea posible acerca de la vida en el siglo XIII y en concreto del comercio de mármol por vía marítima. El arqueólogo Tom Cousins ha puesto énfasis en la oportunidad que este yacimiento ofrece para que nuevas generaciones de arqueólogos subacuáticos se formen en esta disciplina y puedan trabajar con solvencia en el futuro.
Son como el azar descarado que nos abofetea las neuronas dormidas por lo cotidiano que adormece los sentidos, vemos todos los días los mismos paisajes con la misma mirada y dejamos de VER la realidad de las conexiones infinitas que nos rodean, Vemos sin Ver y miramos sin pensar. La velocidad del día a día y el abusivo bombardeo de imágenes en las redes sociales con la hiper-conexión constante de mensajes nos disminuye la capacidad de mirar reposadamente
Paisajes y paisajismo. Organizados y Desorganizados… ¿qué paisaje valoras más, uno perfectamente planteado y reticulado o uno lleno de geometrías confusas y organicismo?
La eterna dicotomía entre el dominio o no sobre el paisaje. Pero esta entrada no pretende ser una aburrida tesis sobre que tipología de paisajismo es mejor. Desde Paissano siempre apostamos por acercar el paisajismo a la gente y mostrarle que es divertido…si uno sabe como mirarlo.
Esta articulo debería de llamarse en realidad FENOMENOS EMERGENTES, sin embargo, he creído “más comercial” el nombre de Paisajes Des-Organizados. El nombre original nace de la idea de que, en ocasiones, una serie de parámetros matemáticos deciden organizarse de manera aleatoria para crear bellas relaciones entre ellos.
En el caso del paisaje, nos encontramos muchos elementos que se desarrollan entre ellos y con el resto del entorno. En ocasiones son masas arboleas, otras la fauna y la flora del lugar, incluso a veces…somos nosotros mismos los que decidimos crear este tipo de fenómenos.
La aleatoriedad dentro de unas reglas no escritas crea situaciones que hay que saber apreciar. Este tipo de “estados de gracia paisajísticos” suelen darse a menudo en nuestro entorno, pero en la mayoría de los casos no nos encontramos en el punto de vista adecuado para poder verlos.
Con la llegada de los satélites y la accesibilidad de estos a la población a través de Google Maps y Google Earth podemos ver lo que durante siglos ha creado tanto el ser humano como la naturaleza a vista de pájaro.
Me gustaría comenzar por la imagen que me introdujo en este tipo de paisajes. La estudie en la carrera y me pareció sublime. La colocación de las barcas en un embarcadero genera una composición basada en la corriente del agua y en la longitud de amarre de las barcas.
Como podéis ver, la practica resulta mucho más bella que la teoría.
Otro ejemplo de paisajes que se rigen sus propias reglas. Un camino con un ancho determinado; ovejas que se mueven según el pasto y un ganadero con un par de perros empujando todo el rebaño. Todo esto a vista humana no parece tener mayor interés…sin embargo, si lo vemos desde las alturas podemos apreciar como las geometrías cambian según la acción del hombre: El rebaño más alejado pastorea disperso y tranquilo, sin embargo, el cercano a los factores humanos se encuentra más amontonado y conforma una perfecta línea recta.
Cosas de ovejas.
Tengo la suerte de vivir en Almería, una ciudad costera donde la explotación urbanística de las playas todavía no ha llegado. Sin embargo, existen lugares en la costa levantina donde las edificaciones se alzan más allá de la vista y cada verano la gente se agolpa para poder disfrutar de la playa y el sol.
A la hora de estar en la arena, es necesario que exista una organización para que cada veraneante pueda disfrutar de su espacio vital…he aquí donde empieza el paisaje y su magia.
Podemos ver como la ordenación de sombrillas marca perfectamente el espacio mínimo de cada familia generando una cuadrícula perfecta. ¿A qué nunca te hubieras pensado que se vería así desde el aire?
Aun así, podemos ver que una vez llegados los bañistas a la orilla, el caos se genera y una masa orgánica de personas lucha contra las aburridas geometrías de la sombrillas.
Todo sea por coger el mejor sitio.
Este paisaje me gusta especialmente porque como arquitecto es el aspecto que suelo ver al dibujar elementos en planta. Podemos ver claramente como se desarrolla la vida en lo que parece ser una estación de autobuses. Estoy seguro que desde el suelo debe de haber una perspectiva aburrida…sin embargo desde las alturas los autobuses parecen perfectamente alineados y paralelos entre ellos y las líneas de arbustos. En contraposición, los peatones campan a sus anchas como hormiguitas esperando a subir al vehículo correspondiente.
Nadie podía pensar que esperar el autobús fuera tan divertido.
Esta imagen ya la habíamos comentado en entradas anteriores, concretamente en la de dicotomías del paisaje. Sin embargo, siendo de Almería, me parece imprescindible sacar de nuevo el tema del mar de plástico.
Las geometrías de los invernaderos toman las formas caprichosas de un planeamiento urbanístico como si de manzanas de viviendas se trataran.
Sinceramente, prefiero otro tipo de mar.
Y en contraste con esta última foto, otra tipología de cultivo que seguro os va a gustar más. En los campos de cultivo de tulipanes de Holanda podemos encontrar geometrías en el paisaje llenas de colorido y organicismo.
Los caminos curvos se adecuan al paisaje a través de la topografía dejando entre medias los campos de cultivos con una textura parecida a la lana. El color y el tipo de cultivo son los elementos que marcan el ritmo y diseño de esta composición.
Campos de cultivos como tejidos de un jersey.
¿Qué pasa si juntamos naturaleza y acción humana? Pues seguramente que el hombre se encargara de fastidiar la naturaleza. Este es el caso de las grandes zona periféricas de México. La gran masa de población y la tipología arquitectónica de baja densidad que no agrupa las viviendas de la gente dan como resultado este “alicatado” de la montaña.
Este tipo de barrios son muy extendidos en Estado Unidos y hemos querido transportarlos a Europa. Todos recordamos el vecindario de “mujeres desesperadas” donde cada familia o persona individual tenia una pequeña casa dentro de una parcela. Todo encantador… Pero si le damos esta opción a toda la población la superficie necesaria para garantizar estas necesidades es abrumadora.
Aun así, fuera de la reflexión paisajística, creo que la imagen muestra la dicotomía entre las dos reglas maestras: las geometrías orgánicas de la naturaleza y las volumetrías paralepípedas humanas.
Como un cáncer que se extiende por el tejido.
Otra paisaje digno de apreciar es este campo de golf en mitad del desierto. El contraste del arenosos color ocre con la fresca y verde textura del césped crean una combinación como mínimo curiosa.
Las reglas de un juego se mezclan con la brutal fuerza del desierto. Como bien se aprecia en la imagen, el campo de golf parece un invitado que no es bienvenido.
Me pregunto de donde demonios sacaran el agua…
Un paisaje totalmente artificial pero lleno de reglas y geometrías escondidas. Los puertos de carga siempre me han parecido un escenario digno de mención para este tipo de fenómenos emergentes.
El concepto de que exista un módulo como es un cajón de mercancías genera ritmos y secuencias muy recurrentes en la arquitectura.
He cogido esta imagen, pero bien es cierto que si vas a Google Earth y te posicionas sobre cualquier puerto podrás ver cientos de composiciones a base de conteiners.
Apilar y componer.
Por último, una de las imágenes que hemos podido disfrutar desde mediados de siglo pasado. Las ciudades de noche muestran su verdadero aspecto dejando entender cuales son las zonas más pobladas y con más uso de la ciudad. Cuando uno ve este tipo de imágenes, no puede dejar de compararlas con un ente orgánico… creo que el parecido con una neurona es inmediato.
El paisaje humano en su mayor exponente.
entrada publicada por Paissano
Para emprender proyectos usamos ideas gráficas mentales, como si fueran bocetos previos, para crear un camino bien definido que nos ayude a culminar en un objeto (en este caso una lápida). Estos bocetos, no solo definen un proceso de trabajo, sino que establecen una metodología vital. Como una forma de establecerse en nuestro entorno.
Cuando recibimos encargos de lápidas hemos notado ese anhelo de expresar bien, todo un recorrido vital común con la persona fallecida. Cuando pedimos datos de la persona fallecida que nos puedan ayudar a realizar bocetos, los familiares hacen un recorrido vital/mental que los lleva a rememorar toda una vida con esa persona, pero solo nos dicen una o dos actividades o hobbys que hacía habitualmente. A los pocos días nos llaman para contarnos más cosas relacionadas con el boceto, algo que quieren cambiar porque no les parece adecuado a su personalidad… cambiar el tono del texto… o que le pongamos otras flores a ver como queda… ya que a él/ella le gustaban…
Es muy difícil expresar en tan poco espacio ( lápida) la vida de una persona, ni nosotros mismos podemos expresar bien ¡¡ con palabras ¡¡ la nuestra. Incluso cuando descargamos sentencias absolutas sobre como somos o lo que nos gusta estamos escondiendo matices importantes de nuestros verdaderos sentimientos que no sabemos expresar bien y que son vitales para nosotros.
En el pequeño espacio que es una lápida tenemos que intentar, con lo mínimo, definir el sentimiento que la persona que nos encarga el trabajo tiene de su ser querido. Es imposible reflejar a la persona fallecida tal cual era, sino la imagen y el recuerdo de esa persona a través de la mirada de su familiar. Nuestro trabajo es hacer lápidas para los familiares que intenten definir esa relación vital conjunta que crearon con el tiempo y que tanto afecto y amor generó. Para ello necesitamos establecer una relación muy empática con los familiares, crear confianza y fluidez en el trato para que surjan, de forma espontánea, los recuerdos y las vivencias más vitales y emotivas.
Al final las decisiones van configurando el diseño en sus detalles más sutiles y vemos como esas flores grabadas consiguen estar en su sitio y el nombre recupera espacio y adquiere protagonismo con sus curvas prolongadas, poco a poco se va creando un recorrido visual y circular desde la rama de olivo que nos muestra el camino hasta la fotocerámica y el nombre, pasando por el búcaro y adentrándose por las fechas hasta los apellidos y vuelta a empezar en un sinfín eterno en el que cada recorrido es un recuerdo más, un momento revivido y recordado que nos reconforta y nos ayuda a pasar el duelo en compañía.
Aunque ya no se trata de nuevos cuentos o poemas, sino de ensayos, tesis e investigaciones escritas por gran cantidad de autores, el inagotable personaje de Jorge Luis Borges sigue generando material. Porque ya no caben dudas: Borges hizo de sí mismo un personaje, que coincide pero también excede al autor de su obra. El último de ellos es el que el investigador argentino Martín Hadis devela en su nuevo libro Siete guerreros nortumbrios: el significado de las imágenes e inscripciones que componen la lápida que señala el sitio en el que el escritor fue enterrado en el cementerio de Ginebra, Suiza, en 1986.
No es el primero de los trabajos que Hadis le ha dedicado a Jorge Luis Borges. Ya en Literatos y excéntricos, el autor descendía por la rama inglesa del árbol genealógico del autor de Ficciones. Esa y otras investigaciones lo fueron acercando al enigma de la lápida. “A través de ellas fui entendiendo a Borges más profundamente y por ende, sumando elementos para descifrar el código tallado en la roca”, afirma Hadis. “Este libro está basado en la convergencia de toda esa información y es el resultado de dos décadas de estudio y análisis”. Trabajo que, según él mismo concede, no ha sido sencillo: “logré romper el código hace unos dos años y recién ahí comencé a escribirlo”.
El título refiere a los siete guerreros tallados en la cara anterior de la lápida, realizada por el escultor argentino Eduardo Longato según un diseño hecho por la viuda del escritor, María Kodama. El anverso de la piedra se completa con una frase en inglés antiguo y una cruz celta, mientras que su reverso presenta la imagen de una embarcación vikinga y otras dos frases, una escrita en escandinavo y la otra, una dedicatoria: “De Ulrica a Javier Otárola”. Hadis acepta que cada uno de esos elementos que componen la piedra “son borgeanos, aunque no tan obvios como los laberintos o los tigres”, por lo tanto no tan sencillos de rastrear dentro de su obra formal. “No están ‘expuestos’ en la obra, sino enhebrados en ella. No diría que me sorprenden los elementos en sí; lo que causa asombro es la curiosa armonía que existe entre ellos, cómo resuenan entre sí y la cadena infinita de alusiones que estos inician hacia la vida y la obra de Borges.”
Sin embargo, aunque casi no refieran a ninguno de sus textos en verso o en prosa, el conjunto de esos elementos innegable- mente refieren al Borges más íntimo. “Esos símbolos y frases apuntan directamente al núcleo de su obra y sus pasiones centrales: el coraje, el destino, la erudición y los idiomas”, continúa el investigador. Según Hadis, “Borges describe la escultura de los siete guerreros ya en 1951, en su libro Antiguas literaturas germánicas. La frase que figura debajo de ellos pertenece a un poema sajón del siglo X (‘La batalla de Maldon’), mientras que una de las frases del reverso es el epígrafe ‘Ulrica, uno de sus cuentos’. La otra pertenece a un poema épico de origen islandés.”
La escritura de Siete guerreros nortumbrios demandó a Hadis una exploración laboriosa, ya que no sólo se trató de la búsqueda exhaustiva del origen de cada frase o el significado de cada figura, sino que “es el resultado de años de esfuerzo y aprendizajes diversos, y de tres décadas de leer a Borges asociándolo a todas las disciplinas que estudié estos años”. Un trabajo al borde de la obsesión, que ha dado como resultado este libro complejo que los lectores de Borges sabrán disfrutar con gratitud.
Como recompensa adicional, el esfuerzo tuvo para Martín Hadis un valor agregado insuperable: visitar en persona la tumba de Borges en Suiza. “Lo hice en 2001 y fue raro estar ahí: leer los textos en inglés y nórdico antiguo en la roca, y ver esas imágenes que, a pesar de su origen sajón y vikingo remiten en el contexto de la obra de Borges a la Argentina. La sensación fue de estar fuera del espacio y del tiempo.” Una experiencia a la que los lectores del gran escritor argentino están habituados, pero que no deja de maravillar y sorprender. Muerto, Borges sigue siendo un enigma a resolver.
La lápida erigida sobre los restos mortales de Borges es curiosa y complicada, sólo accesible a las pocas personas con conocimientos de las antiguas lenguas nórdicas y de sus literaturas. La ejecutó el escultor argentino Eduardo Longato en piedra gris de Punilla. En una de las caras están grabados los dos versos, tomados del capítulo veintisiete de la Völsunga Saga (saga noruega del siglo XIII): «Hann tekr suerthit Gram okk / leggr i methal theira berb», o sea, «El tomó su espada, Gram, y colocó el metal desnudo entre los dos», que -ya lo señalamos- Borges puso de acápite en su cuento «Ulrica», incluido en El libro de arena (1975). Los versos aluden a las tres noches que el héroe, Sigurd, comparte el lecho con Brynhild. El héroe, para no tocarla, coloca la espada entre ambos. (Las espadas en los viejos textos tenían su propio nombre; ésta se llamaba Gram.) Debajo de los versos, puede leerse, también grabado en la piedra de Punilla «De Ulrica a Javier Otárola». Javier Otárola es el protagonista del cuento «UI-rica».) La piedra se completa con una nave vikinga de vela desplegada (¿será la nave ritual hecha con las uñas de los muertos que lleva a los héroes de las sagas a su destino de sombra?). En el reverso, arriba, se lee el nombre completo del escritor, algo más abajo en un medallón aparecen ocho guerreros. Las armas que portan, alzadas sobre sus cabezas, están rotas y la inscripción nos avisa: «And ne forthedon na» («las puertas del cielo se abrieron hacia él»). Finalmente, se grabó en la cara una pequeña cruz de Gales y a su derecha: «1899-1986». El pedido de Borges: «Sólo pido / Las dos abstractas fechas y el olvido» no fue tenido en cuenta.
EL ARTE NOS VUELVE INMORTALES
servido por alberka 14 diciembre 2008
Alguien dejó escrito una vez que la diferencia entre Jorge Manrique y cualquier otra persona es que éste convirtió una circunstancia tan habitual como la muerte de un ser querido en una obra de arte. Y, si los casos en la literatura son múltiples, los que se pueden encontrar en el campo de las artes plásticas no les van a la zaga: desde los túmulos prehistóricos, pasando por las catacumbas paleocristianas, las pietàs y mementos mori barrocos o las grandes pirámides faraónicas, la muerte es un elemento que, como parte de la vida, ha sido entendido y “celebrado” de muy diversas maneras a lo largo de la Historia del Arte. Ningún otro momento mejor para revisarlos que estos días, en los que en medio mundo celebramos la festividad de Todos los Santos.
La conmemoración de la muerte tendrá en los primeros tiempos de la existencia humana un fuerte carácter arquitectónico, derivado de la inevitable necesidad de hallar para los decesos que tengan lugar en el seno de estas comunidades ya sedentarias formas adecuadas de enterramiento. Así, junto con las primeras viviendas, aparecerán también los primeros espacios y rituales de culto asociados a la muerte. En el Neolítico podemos encontrar ya monumentos funerarios en la forma de grandes megalitos que reflejan la existencia de una sociedad organizada y jerárquica. Y, según hablemos de determinados poblados o regiones, las tipologías varían enormemente, desde el sencillo menhir hasta construcciones mucho más complejas, como los famosos crómlechs en círculo de Stonehenge o las sepulturas colectivas indicadas por los dólmenes.
Este primer nivel en la concepción de la muerte como una circunstancia rodeada de un significado supravital alcanzará una magnificencia, aún no superada, en las civilizaciones del antiguo Egipto, en las que el culto a los dioses y las teorías acerca de la vida más allá de la muerte serán una constante que impregne todos los estratos. Las pirámides faraónicas y las grandes mastabas de sus dignatarios más importantes se conciben y construyen en base a la creencia de una funcionalidad como espacios de transición a la vida de ultratumba: no suponen la materialización del punto final a una vida, sino la posibilidad de comenzar otra distinta. Todo en estas dos tipologías está pensado para que el difunto alcance un nuevo estadio en la manera prevista y sin dificultades: las pinturas son un recordatorio de lo vivido, las esculturas recipientes donde puede descansar el alma, y los objetos materiales -el ajuar- que acompañan al cuerpo monedas de cambio indispensables para poder pagar el costo del paso al más allá y llevar una vida sin estrecheces. La simbología que inunda estos espacios, por primera vez propiamente arquitectónicos dado que son transitables, es riquísima (como las calidades estéticas) y cada elemento posee un significado individual y otro grupal en relación a un conjunto cosmogónico de una gran complejidad.
Esta es la idea en la que se basarán todas las formas posteriores de rito funerario, desde persas, griegos, micénicos y romanos, hasta las sociedades actuales: la vida no finaliza con la muerte, de una manera u otra según las distintas creencias. Un concepto importante para poder comprender las manifestaciones artísticas asociadas a esta circunstancia, divisibles en dos grandes grupos, dados por la conmemoración y el recuerdo de la mortalidad humana. Existe sin embargo algo capaz de retrasar el olvido de lo que una persona fue, y es la historia (entendida como hechos o la consecución de una serie de actos). Así, y en la estela de los grandes faraones, multitud de personajes han deseado dejar constancia de lo que fueron, de lo que hubieron deseado ser, o de lo que llegaron a obtener; un legado que hoy día conocemos principalmente a través de las manifestaciones asociadas al nombre de figuras de relevancia, ya que, por lo general, son éstas mucho más imperecederas que las de las clases inferiores ( debido a la calidad de los materiales, más resistentes al paso del tiempo). De este modo, podemos encontrar en Persia las tumbas de Ciro y Darío, deudoras de dos tipologías tan diferentes como los iniciales ziggurat y el modelo de hipogeo, o la Tumba de Agamenón, buen ejemplo de tumba de corredor, en Micenas.
Si bien en las manifestaciones asociadas a la arquitectura funeraria de estas civilizaciones –esculturas, pinturas- puede advertirse una cierta intención naturalista, la tónica dominante será el hieratismo, junto con la simplificación volumétrica y compositiva, debiéndose al arte etrusco el naturalismo asociado a la retratística funeraria que aún hoy se mantiene en todo el Mediterráneo. Deja de lado la idealización previa para centrarse en los rasgos del difunto y asume la constatación de la realidad de la muerte como un hecho individual. En los sarcófagos y en las tapas de los vasos canopes encontramos ya el precedente de representaciones posteriores, como los sepulcros góticos, renacentistas y barrocos (el Sepulcro de Don Alfonso de la Cartuja de Miraflores o el Sepulcro del Cardenal Richelieu, obra de Girardon, son buenos ejemplos), así como la prueba de un modelo que encontramos en la Roma antigua: la incineración. Una práctica que cesará con la llegada del estoicismo, a partir del cual prosperará nuevamente la inhumación, más tarde extendida por el cristianismo en el mundo entero. Esta circunstancia va a conllevar la consiguiente proliferación y desarrollo de la tipología de sarcófago, gran protagonista de los más famosos espacios de enterramiento del arte paleocristiano: las catacumbas.
Los temas evolucionarán y, junto con la representación del difunto, será habitual encontrar la presencia de alegorías, o una iconografía específica, que relacionen a la persona con su pasado o procedencia. Algo que será muy habitual a lo largo del barroco posterior en las grandes tumbas de papas y emperadores, como sucede en el caso de los panteones de la familia Médici o en El Escorial, un caso, este último, dedicado por completo a la gloria de un emperador y toda su saga, Felipe II y los Austria.
Es en época barroca cuando podremos encontrar también excepcionales ejemplos de algo que hasta el románico resultaba impracticable: la representación del dolor y la mortalidad de lo divino. Las crucifixiones y las piedades serán algo común en el arte, alcanzándose verdaderos niveles de maestría (algo que no es de extrañar dado el carácter teatral y expresivo del movimiento) y un increíble verismo dentro de la imaginería asociada al culto religioso.
El Neoclásico abrirá, extrañamente, el camino de la idealización dentro de las representaciones de la defunción, del que resultará icónica la obra La Muerte de Marat de David. A partir de aquí el paso quedará libre para románticos (La muerte de Sardanápalo, Delacroix), realistas (El testamento de Isabel la Católica, Rosales), prerrafaelitas (La muerte de Ofelia, Dante Rossetti) y un largo etcétera, que alcanzará desde Goya hasta Picasso (muy relacionados ambos, además, en lo que respecta a su cualidad de artífices de grandes obras que mostrarán el tema de la muerte debida a la guerra) y posteriores (como Salvador Dalí o Ignacio Zuloaga).
Y no es posible finalizar un recorrido por el arte funerario de toda la Historia del Arte sin detenernos en el monumento más famoso de todos: el Taj Mahal. Conjunto de tradición islámica, persa e india, erigido por el Sha Jahan en honor de su favorita, Mumtaz Mahal, cuyo fallecimiento provocará tanto dolor en el emperador mongol que decidirá edificar el mausoleo que consiga la permanencia del recuerdo de su esposa y su inmortalidad por los siglos venideros.
El meollo de lo que escribo es un único asombro. Es asombroso que dentro de todas las agrupaciones humanas exista desde siempre un deseo de huir que ningún grupo acepta. Este misterio ha enardecido mis días desde la más tierna infancia. En el seno mismo del movimiento de asociación de los seres, de la focalización de hogares, del culto a los muertos, de la arquitectura cuadrangular de las puertas y los templos, de la fetichización del sitio, del diálogo de todos con todos en la lengua hablada en común, hay una brecha. Una válvula. Un hueco. Una fisura que recuerda la fossa misma donde el nacimiento interpela los rostros.
Igualmente la muerte, entre los hombres, crea un agujero imaginario, lo mismo que en la psique de los sobrevivientes, el cual se proyecta en el espacio: agujero de la tumba donde se entierra al muerto. Intervalo en el espacio cuadrangular como una tumba, bajo la forma de la pared pintada de blanco (album, calcita), donde se le representa con la forma de cuadro. La palabra francesa page dice tanto el país como el ma, el lugar de intervalo donde se coloca la letra, donde el espíritu del lugar (el kami) se posa en la montaña, excava su claro en el monte alto. Es así como la página de los libros (pagus vacía, ese extraño país, blanco en sí mismo, que se entrega a la psique enlutada) es heredera de esa brechaimaginaria que trato de evocar.
En este espacio se respira, por fin. Se cierra la boca. Se escribe. Se está solo. Se es uno mismo. Se respira. Se me metió en la cabeza fundar este retiro -esta retracción que los míos me reprochaban desde que era niño- con el fin de hallar el medio de continuar viviendo allí.
Emily Brontë: “Exijo que nadie interfiera en mi deseo de mantenerme apartada. Ocuparse de los pobres, llevar el té a los pastores que están de visita: he aquí lo que se halla por encima de mis fuerzas.”
Al final de la Ethica, Spinoza sueña con una comunidad de raros, de difíciles, de secretos, de ateos, de despiertos, de luminosos, de luminiscientes, de Aufklärer. Fundar un club antidemocrático cerrado a los sacerdotes, los magistrados, los filósofos, los políticos, los editorialistas, los profesores, los galeristas. Quizás hace falta retornar a una difusión más solitaria y más clandestina de la obra de arte. Horror pleni, error pleni. Haría falta afinar un medio para mostrar las obras como antaño la música sabia, apartada de la Corte. Como antaño Sainte Colombe. Como antaño Esprit, La Rochefoucauld, madame de Sablé, los retratos, las máximas, los fragmentos, las novelas: apartados de Versailles y apartados de derecho. Reservar un bolsillo para la rareza cuando se ha vuelto extrema, una cavidad en el corazón de la soledad, una grieta de la no reproductibilidad. Como Jacqueline Pascal al final de la noche que va del 3 al 4 de enero de 1652, en París. Está sola. Es completamente joven y está completamente sola y deja dormir a aquellos que prefieren dormir. Está sola y no besa a nadie por temor a que lloren. No se tocan. Como Miguel Ángel un día, una mañana de enero de 1484, al alba, en la destrucción encantada de una estatua hecha de nieve, que se deshace a medida que el sol se alza y su resplandor la ilumina. No se mueve. Contempla ese derrumbamiento del cual no quedará, a sus pies, más que un agua mezclada con lodo. Reanudar la irreproductibilidad sagrada. Lo singular. La única vez. Poder cerrar la puerta de la galería a aquellos a quienes no se desea ver, poder rechazar la cesión de derecho a la comunidad internacional que coloniza o aterroriza, poder rechazar la venta a los analfabetos, discriminar a los imbéciles, extraviar a los inoportunos, perder a los familiares. Arrancar la accesibilidad misma a la repetición. Desubordinar la producción artística al éxito del número más grande, a la recuperación nacional, a la censura de una comunidad de creyentes. Es esto lo que intentamos hacer Emmanuel Hocquard y yo en 1971, en Malakoff, alrededor de una imprenta tipográfica, en la amistad. Nueve era entonces un número apenas pensable de “ejemplares”. Incluso dos manos enteras no bastaban para sostenerlos. Bebíamos más botellas de vino que reproducíamos los libros que componíamos.
Era de noche. Llegábamos por el callejón negro. Emmanuel empujaba la puerta del taller. Una mujer muy bella, un perro terrible, los cuatro juntos éramos felices. Se trata de traer el “Érase una vez” del origen. La puerta es única y nuestro cuerpo está solo, en ella, entreabriéndola. Es la puerta sexual a través de la cual nacemos solos. Sófocles: pobres generaciones de mortales, no hay, entre cada una de ellas, más que una nada. Ninguna ciudad puede ser erigida como una muralla contra la muerte. Ningún ejército, por numerosos que sea, puede defenderte contra ella. El diezmo que se paga es la muerte solitaria. Es aún más solitaria que los nombres propios que distinguen unos de otros a los individuos. La soledad es el último pase. Pues los nombres propios que nos designan individualmente han sido retomados, uno a uno, de los labios de un muerto. Y así cada cual entra solo por la puerta donde otro desapareció. Entramos solos a la casa de los que fueron. Ningún cortejo entra con el que ha muerto al mundo de los muertos, que no es un mundo y el lamento fúnebre que lo llora ni siquiera es ya un ruido para sus orejas. Aquel que partió antaño también estaba tan solo en el momento de abandonar la luz como aquel que ya se apresta a irse, asfixiándose mortalmente en el día que descubre. Es necesario decir de la muerte: puerto terrible donde embarcamos solos en lo que zozobra hacia lo que zozobra. Se lee solo, de soledad en soledad, con un otro que no está ahí. Ese otro que no está ahí no responde y, sin embargo, responde. No toma la palabra y, sin embargo, una particular voz silenciosa, tan singular, se eleva de entre las líneas que cubren las páginas de los libros, sin sonar. Todos aquellos que leen están solos en el mundo con su único ejemplar. Forman la comunidad misteriosa de los lectores. Una compañía de solitarios, como se dice de los jabalíes bajo la sombra tupida de los árboles. Evoco el núcleo del sueño al fondo de la psique de cada uno. El nucleus indomesticable. Ma para siempre no sonoro, no luminoso, no público, infotografiable, infilmable, incomunicable, como alérgico en su secreto. Aquí x, y, z no pueden entrar. Ningún grupo puede entrar. Ni siquiera la lengua puede entrar. Ninguna familia. Aquí no hay depósito legal. Aquí no hay baptisterio, sales Te Deum. Aquí hay el placer loco de perder todo porvenir personal en una experiencia imprevisible. Nadie mira a nadie en esta sombra donde se goza. Gozar es estar solo y es cerrar los ojos. De niño, me negaba a comer en la mesa familiar. Curiosamente se me permitiría usar otra. Me metían solo en una habitación, en la oscuridad, cerraban la puerta, yo comía. Huir de la mirada. Terminar nuestros días bajo la mirada de nadie.Morir como los gatos en un ángulo invisible que consiguen en el lugar donde mueren.
Pascal Quignard: Sobre la idea de una comunidad de solitarios, Pre-textos, Valencia, Trad. de Adalber Salas Hernández, 2017, pp.73-79
La tumba de Oscar Wilde está en el cementerio de Pere Lachaise en Paris, donde descansan en paz muchos artistas famosos con sus tumbas que se salen de lo normal y nos deslumbran por su belleza y por la carga emocional de sus protagonistas: Edif Píaf, Jim Morrinsson, Marcel Proust, Moliere, Apoilenaire, Balzac, Modigliani, La Fontaine, Abelardo y Eloisa, Isadora Dunca etc. etc.
De todas estas tumbas la de Oscar Wilde ha sido la que más ha sufrido de la censura y atosigamiento de las autoridades de los primeros años del siglo XX. Es una de las más visitadas del cementerio junto con la de Jim Morrinsson. En 1990 alguien se le ocurrió estampar un beso de carmín en la tumba como homenaje a este dramaturgo irlandés y que desde ese momento se ha tornado una costumbre: Besar su tumba con los labios recién pintados. Que hermosa acción de amor¡¡¡¡ y que acto de respeto estético tan sutil y poético. Oscar Wilde debe estar encantado de estas pinceladas de amor.
Es verdad que con el tiempo resultó un muro lleno de grafitis que se podría haber solucionado como palimpsesto reeditable natural, pero no menos artístico y poético.
Como siempre las autoridades del momento ya se encargaron de vallar la tumba para que no se llenara de grafitis soeces , con un cercado de cristal no sabemos muy bien con qué intención civilizadora que, como siempre, suele ser castrante y triste.
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Una mandarina demasiado grande no sirve porque deben venir muchas en un kilo. Una zanahoria deforme se desecha porque no tiene la apariencia que se espera de ella. Un calabacín con un golpe se descarta, aunque su sabor está intacto. Una cantidad indecente de comida se tira por criterios estéticos. ¿Puede producirse en serie algo natural? ¿Debe considerarse un error o un antídoto a la belleza convencional y aburrida?
Francia es el primer país del mundo que ha prohibido tirar o destruir la comida. A raíz de esta noticia, descubrimos una verdad vergonzosa: se calcula que un tercio de la comida que se produce se tira. También se estima que con la mitad de la comida que se tira se alimentaría a todas las personas que pasan hambre en el mundo. Se tira comida en todos los pasos de la cadena, desde el huerto hasta los hogares, y por muchos motivos. Sin embargo, el más llamativo es: por criterios estéticos.
Existen cánones de belleza que determinan si las piezas son aptas para el consumo. En la fase final incluso se “maquilla” cada unidad para lograr el aspecto deseado. Como consecuencia y sin darnos cuenta hemos asimilado una belleza como natural cuando en realidad no lo es: no todos los tomates son igual de rojos ni todas las zanahorias son regulares ni todas las mandarinas tienen el mismo diámetro.
La Imperfecta belleza empieza por ser un punto de encuentro entre personas con una sensibilidad común: coloquios, exposiciones, publicaciones y cenas íntegramente con productos recuperados e imperfectos. Aunque nuestra intención es que crezca. El objetivo es dar visibilidad a una verdad, despertar consciencias y replantear nuestros hábitos de consumo. La suma de pequeños actos es capaz de provocar un cambio.
por Jacques Louis David
Esta obra pertenece al periodo llamado neoclasicismo que tuvo su apogeo a partir de la segunda mitad de siglo XVIII y el primer cuarto de siglo XIX, años en que la Ilustración esta también en pleno apogeo. El neoclasicismo significó una vuelta a los contenidos grecorromanos en cuanto al arte, es decir, es una vuelta a las formas clásicas. Se busca nuevamente el equilibrio y la armonía entre los diferentes elementos. El Neoclasicismo se convierte en una manifestación cultural universal y acorde con las ideas internacionales de la época, que no son otras que las del racionalismo filosófico.
Jacques Louis David es el verdadero promotor del Neoclasicismo, ya que su obra Juramento de los Horacios se puede considerar la primera obra neoclásica de la pintura francesa, también este artista cultivó diferentes temas históricos, mitológicos y contemporáneos. Entre los temas de su tiempo que se refieren a la revolución destaca su obra La Muerte de Marat, donde predomina la fuerza emocional por encima del espíritu clásico.
En esta obra de La Muerte de Marat el artista no representa el momento del acuchillamiento que recibe el personaje, sino el momento después, algo característico de las pinturas de este artista que no representa el momento de la acción de la narración sino el momento antes o después del hecho. El personaje aparece moribundo y reposas sus brazos abiertos, que conjuntamente con la cabeza conforman un triángulo, las manos y los brazos son vigorosos, a pesar de que el personaje esta moribundo, aparecen muy bien trabajados donde hay una gran configuración en cuanto a las manos e incluso el rostro. Una mano está aferrada al papel con que su homicida se había presentado, mientras que lo otra cuelga hacia el suelo donde ha caído el cuchillo ensangrentado que se contrapone a lo inofensiva pluma de escribir que esta situada en la mano del personaje. Otro aspecto que denota belleza en esta obra se da por el tratamiento del cuerpo, ese lenguaje expresivo logrado a través del dibujo esculturesco y poderoso. Se dan los principios del diseño donde la figura se define a través del sombreado, contrastes de luz y sombra, que se puede notar en el cuerpo del personaje, un dibujo que se da con fluidez y ligereza, también se puede ver esa gran flexibilidad del contorno. Hay un fondo oscuro que hace resaltar la palidez del cuerpo y el blanco del turbante que lleva el personaje en la cabeza, con lo que aproxima la imagen a la de un santo mártir, también se puede observar el color rojo que representa la sangre que mancha el agua de la bañera y las sabanas blancas que están junto al personaje. Todos estos elementos se dan con la intención del artista de representas a Marat como un héroe antiguo. Otro aspecto que denota belleza en la obra son los signos corporales que transmiten estados psicológicos de dolor y de pena, donde es el cuerpo el que transmite estas ideas conjuntamente con el rostro. En cuanto a los accesorios están tratados con gran naturalismo, al igual que toda la obra, estos accesorios que son las sabanas, mantas y tablero sirven para tapar la desnudes del personaje, ya que David quiso tapar con estos elementos todo topo de insinuación sexual que pudiera suscitarse, ya que el personaje recibe a su asesina en el baño que es una joven mujer que lo acuchillo repentinamente. También se da la claridad y brillantez como características esenciales que definen a las formas volumétricas en el espacio que caracterizan a la figura dándose una fuerza expresiva algo misteriosa. Se deja ver la armonía y proporción del cuerpo, donde ningún elemento o parte del cuerpo aparece de forma desordenada o fuera de contexto. Por ultimo podemos agregar que en la obra se da un gesto sublime creando una gran elocuencia entre todas las partes y en función de un todo.
servido por alberka 10 enero 2008
Texto de Concha Reviriego Almohalla publicado en Antropos el 16 de Marzo de este año.
“Pero yo… sintiéndome ya hombre por lo cobarde, hacía lo que hacemos todos cuando somos mayores y presenciamos dolores e injusticias: no quería verlo.” La frase de un insigne escritor va que ni pintada para un pensamiento que hoy me ocupa: La negación de la evidencia, en especial, cuando ésta es dolorosa. Un ejemplo: La muerte. Cubrimos nuestros ojos con las manos, miramos hacia otro lado, no queremos “ni oír hablar” de ella.. Nos molesta. Nos aturde. Nos asusta. Negar la evidencia es práctica corriente; otro modo de escapar a la desgracia que nos aqueja se centra en transformarla en algo más aceptable. Cubrir la fealdad, con un maquillaje de belleza: ensalzar los altos valores del dolor y del sacrificio, hasta santificarlos. ¿Quién no ha reparado y pensado alguna vez en las flores de los cementerios? ¿Quién no ha visto u oído en algún momento productos comerciales? Por ejemplo: la contemporánea serie de la televisión estadounidense “Criando malvas”, que se ríe de la gracia que tiene morir y resucitar; pero ¡ay! si te pasas un pelín de lo establecido -que ahí también hay normas-. Nos escapamos. Nos escondemos. Jugamos con la muerte. Convertimos su imagen en disfraz de carnaval, fabricamos dulces y apetitosas comidas que deleitan nuestros paladares. “Flores para los muertos”, pregón de vendedores, título de canciones, dichos populares; frase tan conocida como extendida por la faz de la Tierra. Negamos la muerte. Tenemos filosofías que así lo explican, creencias a las que agarrarnos; dogmas de fe. Explicaciones varias que, profusamente extendidas, ampliamente mantenidas y siempre transmitidas de generación en generación, justifican la muerte física; pero nos convencen de que nosotros (nuestro yo verdadero) no muere; y lo creemos a pie juntillas; aunque de vez en cuando alguien lo ponga en duda, apostamos por la eternidad. Le jugamos una partida al destino trazado con tanta frialdad, con tanta seguridad en sí mismo: Montamos fiestas para los muertos. Les dedicamos al menos un día al año en el que convertimos en jardines plagados de bellas y coloridas flores su espacio urbano y su aposento individual. Así lo hacemos año tras año, temporada tras temporada. Así vivimos los vivos que recordamos a los muertos. Así soportamos el dolor de su pérdida; así soportamos mejor la verdad que nos aterra. De este modo, negamos la existencia de lo desagradable a nuestros ojos, y vivimos aferrados a la vida; a una existencia que sentimos y queremos eterna. La flores llevan luz, vida, y calor humano a un lugar que, a falta de creencias, de ritos y de símbolos que nos recuerden que la muerte no existe, nunca se habría creado. La dualidad oscuridad/ muerte queda sustituida por la dualidad luz/vida. No les olvidamos; se lo decimos con nuestras palabras y con nuestras obras. Actuamos como si ellos gozasen junto a nosotros de las ofrendas que les dedicamos, con ese puñado de amor simbolizado en unas flores, elegidas con esmero, con una finalidad muy concreta: entregarlas a un ser amado; depositarlas sobre su tumba, el punto de la tierra, el espacio que utilizamos para estar más cerca de él. Y así nos lo creemos, así nos consolamos y nos damos gusto a nosotros mismos.
Flores para la vida que se impone sobre la muerte, tan arrogante, tan segura de sí misma. La vida renovándose día a día, seguirá… y seguirá… per saeculan. saeculorun. Amén.